Cacho de la Cruz

Cacho de la Cruz, el argentino que se convirtió en el ícono de todos los uruguayos

El conductor y referente del espectáculo falleció a los 88 años. Un repaso de su vida, sus arrepentimientos y sus logros artísticos.

Hay rostros que son icónicos, que hacen viajar en el tiempo, que marcan épocas, que son parte de la identidad de un país. Así es el de Arturo Cacho de la Cruz, el joven bonaerense que cruzó el Río de la Plata y soñaba con ser un payaso, pero se convirtió en la cara del entretenimiento de los uruguayos.

De padre marroquí y madre italiana, De la Cruz —cuyo apellido debería haberse anotado en Argentina como Delacroixe— comenzó a actuar como menor de edad, con permiso de sus padres, en cabarets de Buenos Aires.

“Me estaba haciendo una especie de currículum para poder tener un grado más dentro de lo artístico. Había que hacer muchos trabajos gratis, pero muchos trabajos gratis, y después uno le podía decir: “Pero me ponés en el programa, eh”. Entonces era: “Hoy Pedrito Rico, y Cacho de la Cruz, fonomímico”, ponele. “Aníbal Troilo, y Cacho de la Cruz, fonomímico”. Lo bueno de Buenos Aires era que tenía cualquier cantidad de barrios con su correspondiente club”, recordó en junio de 2023, en diálogo con Montevideo Portal, cuando tenía 86 años y se había internado en un residencial.

En esos trabajos, De la Cruz conoció a Rafael Pereyra, un representante reconocido en el Río de la Plata que, sin saberlo, cambiaría el rumbo de su vida: fue quien lo invitó a viajar a Uruguay por primera vez. De la Cruz llegó contratado por la Comisión de Fiestas de la Intendencia de Montevideo, que estaba en Juncal y Sarandí. Con esa actuación, se forjó como precursor de los tablados de barrio montevideanos.

Le gustó y se quedó en la capital. Primero, pensó que por 15 días o un mes, pero las inundaciones de 1959 hicieron que se instalara en la última ciudad en la que vivió. En su paso por Montevideo, De la Cruz, que había aprendido a tocar el trombón en Buenos Aires cuando quiso ingresar a un instituto para ser dibujante publicitario, tocó con Ruben Rada y Hugo Fattoruso en los Hot Blowers, un conjunto de jazz.

“Les fue cien mil veces mejor que a mí, y a Hugo Fattoruso lo mismo. Yo soy el tutor de Fatto y de Rada, porque eran menores, y yo me los llevaba de gira”, confesaba hace dos años atrás. En el 62, después de una gira con la banda, De la Cruz comenzaba a acercarse al lugar que definiría su vida: Canal 12. Sin embargo, su primer contacto no salió como esperaba.

“En el 12 estaba un argentino, José Pedro Boiro, que ya me conocía de allá. Llegaba como director artístico de Canal 12 y me dijo de hacer algo acá. Yo me fui de gira con los Hot Blowers, y cuando volví, ya estaba el Canal 12 funcionando, y le dije a Rada: ‘Con la plata que ganamos allá, hablá con Panchito Nolé y que te haga arreglos de los temas que hacés con nosotros, comprate una buena ropa, y el mundo es tuyo’. Fuimos con el negro Rada a Canal 12 a hablar con Boiro. Golpeamos y sale su secretaria, Lilián. ‘¿Sí? ¿Qué desean?’. ‘Venimos a hablar con el señor José Pedro Boiro’, le digo, y ya nos metíamos. ‘Esperen acá. Ya vengo, le voy a avisar’, nos dice. Y no vino nunca más. Hasta hoy, cada vez que veo a Rada me pregunta: “¿Y? ¿Te abrieron en el 12?”. Tiempo después, él nos da una reunión, y ahí arranca El show del mediodía”, dijo el ícono de la tele uruguaya.

Su inicio en uno de los programas que marcó el espectáculo uruguayo, De la Cruz lo recordó como uno de “larga duración”. Dice que no tenía mucha experiencia y que se trabajaba con la influencia de lo que se hacía en Argentina. Que intentó hacer un show que “entretuviera a la gente”, pero que Alejandro Trotta no era actor. “No había archivo, no había videotapes, era todo en vivo. Fuimos Rada y yo, y Trotta vio algo en mí y hacía chistes conmigo, se ponía lentes, y casi sin querer, empezamos como dupla”, recordó del programa que se estrenó con la participación de Mercedes Sosa.

Sin embargo, Trotta y De la Cruz se convirtieron en una dupla referente, la de la química especial. “Nos hicimos muy amigos. Tan es así, que Maxi y el hijo de Trotta, Fernando, se hicieron amigos también. Esa química con Trotta empezó haciendo chistes… Yo fui como fonomímico y Rada como cantante, porque estaba la orquesta de Pancho Nolé. Y Trotta se metía en armar los sketches, no al aire, pero a la semana se metió y empezamos como una dupla; a las semanas ya nos entendíamos de memoria”, contó.

Con la pausa de las transmisiones de El show del mediodía, en 1973, la vida de De la Cruz volvería a forjar otro clásico de las infancias uruguayas: Cacho Bochinche, que extendió su propuesta a los teatros en cada vacación.

“Lo pensé con mi señora, Titina, y ella me dijo: ‘Hacé un programa para niños, si vos le caés simpático a los chicos. Y lo hacemos juntos’. Fui un sábado a la mañana a reunirme con el ingeniero Scheck y Restano, y me preguntan: ‘¿Qué querés hacer?’ ‘Un programa para niños’, le dije. ‘¿Estás en pedo a esta hora?’, me dijeron. ‘No, pienso que puede funcionar. Me gustaría. Mi señora dice que tengo buena onda con los niños’. ‘Bueno, vamos a probar’, me dijeron. Y arrancamos. Ahí empezó Mucho Gusto y Poca Cosa, que eran mi señora y una amiga, que después se casó con un cameraman del canal’, dijo De la Cruz.

En aquel programa, los niños dejarían sus pañales en la boca de Ultratón, Laura Martínez —la madre de su hijo Santiago— se convertiría en su esposa. Las mañanas tendrían baile, música y entretenimiento, los niños visitarían al set. Los uruguayos se volvieron fanáticos de Pelusita, de Fermín, Víctor, de las Chin-Chin.

“Yo gozaba cuando salía al aire. Veía como los pibes la pasaban bárbaro. A los dos o tres meses estábamos podridos de hacer lo mismo, entonces buscábamos hacer algo distinto, algo nuevo. Creo que estuvimos como 30 años con Cacho Bochinche”, contaba.

Sin embargo, no todo era color. El payaso Pelusita dijo que De la Cruz era hosco detrás de las cámaras con los niños, que los maltrataba, que el buen humor que mostraba era una actuación. El ícono de la televisión negó estas afirmaciones y dijo que fue Juan Carlos Pintos quien “inventó” esas situaciones. “No entiendo por qué lo hizo, después de todo lo que hice por él”.

De la Cruz también llevó adelante ciclos como Sipi nopo, en el que todas las semanas regalaban lingotes de oro y autos, y Ayer te vi, en el que recordó la historia de la televisión uruguaya.

En 2009, volvió con una edición de El show del mediodía. Un año después terminó la última temporada de Cacho Bochinche. Creó La cantina de Chichita y Parque Jurásico, que derivó en Cantando en la oficina —conducido por su hijo Maximiliano y Lucila Rada—.

De la Cruz también participó en Polémica en el barTelemachLoquilandiaPetardos y Humor a las brasas. En teatro actuó en Llegó la tía ChichitaHumorum uruguayensis, Un cuento fantástico, Hagan ruido, entre otras.

Fue padre de Daniela, Rodrigo, Maxi y Santiago. Fue abuelo. Se convirtió en el ícono de los uruguayos. Un estudio de Teledoce lleva su nombre. En febrero de 2024, la Intendencia lo declaró ciudadano ilustre de Montevideo. “Nunca me pasó una cosa tan linda como esta. […] Esto es como un mensaje de amor”, expresó De la Cruz.

Al ser consultado sobre de qué se arrepintió en su carrera, De la Cruz habló de su familia. “De no haberme dedicado más a mis hijos. Estoy totalmente arrepentido. Estaba tan sumido en el trabajo que no cumplí el rol de padre, de un gran padre. Cada tanto les pido a mis hijos que me disculpen”, confesó.

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